El Pádel como Escuela de Vida
Actualizado: 10 ago
El pádel además de divertido, puede ser una verdadera escuela de vida pero sólo aprenderá aquel que quiera hacerlo. Aquel que quiera aprovechar la oportunidad para indagar y descubrir qué puede darnos cada partido, especialmente los que no salen como queremos.
Porque cada partido, puede ser un medio para conocer nuestros miedos, y a partir de ellos, nuestras carencias. Pero también puede ser una preciosa oportunidad para ser agradecido, amable, generoso y solidario. Sí, solidario, esa etiqueta que tanto gustar ponerse y para lo cual el pádel es una gran oportunidad. Sin embargo, parecemos estar ciegos ante ella muchas veces.
Y si unimos todo, puede ser nuestro maestro para el que seguramente sea uno de los mayores y más difíciles aprendizajes de nuestra vida: Aprender a aceptar la vida tal cual es, desde la gratitud y la generosidad.
Para quienes no somos profesionales ni vivimos de ello, el pádel es un hobby. Y como hobby, deberíamos disfrutar con ello. Sin embargo, ¿cuántas veces nos enfadamos con nosotros mismos porque fallamos una bola o pensamos que lo hacemos mal? Es ese momento en el que emerge dentro de nosotros ese ego que no acepta ser algo que no sea la perfección que queremos para cada momento.
Quizá debemos pararnos un momento y darnos cuenta de que echarnos más mierda encima no sirve para nada. Animarnos y querernos, es lo que más necesitamos en esos momentos. Pero, sobre todo, aprender a valorarnos por encima de todo, permitiéndonos fallar o tener malos días, porque en el pádel, como en la vida, la importancia y el valor de cada uno, radica en dar lo mejor que podamos y sepamos en cada momento y no en ser mejor que otros o en ganar. ¿Qué problema hay en perder? ¿Qué miedos tenemos? ¿Que no nos valoren? ¿Sentirnos inferiores? ¿Qué ocurre dentro de nosotros cuando el ego emerge? Ahí entra ya la indagación de cada uno.
Ganar…palabra paradójica donde las haya: satisfacción y sufrimiento, todo en uno. Somos capaces de sufrir para ganar porque a su vez, si no ganamos, sufrimos. Y dentro de esa paradoja, si a pesar de fallar y tener un mal día, ganamos, todo cambia, porque entonces y sólo entonces, podemos llegar a ser tolerantes tanto con nuestros fallos como con los de nuestra pareja.
Porque esa es otra: nuestra pareja. Esa persona que se coloca a nuestro lado en la pista y sin la cual, no podríamos jugar. No, no podríamos. Necesitamos una pareja para jugar. ¿No es esto ya suficiente para estar agradecidas por su presencia?
Pero si además pensamos que nuestra pareja siempre, SIEMPRE, lo hace lo mejor que sabe y puede, y que cuando falla también emerge en ella el ego insatisfecho por no ser la perfección esperada, estamos entonces ante una bonita oportunidad de empatizar con una persona para ayudarla, animarla y tirar de ella igual que nos gustaría que hicieran con nosotros. ¿O es que nuestra pareja quiere fallar, perder y tener un mal día? Me da que no. Cuidemos y animemos a nuestra pareja y de paso, cuando saque, tenamos detalles como recoger las bolas y darselas para que ella pueda estar centrada al 100% en su servicio.
Y siguiendo con personas, personas también son las que tienen un nivel más bajo que el nuestro. Ese nivel que en su día tuvimos todos y desde el cual mirábamos con envidian a los que eran superiores, con la ilusión de aprender a jugar como ellos e incluso algún dia, con ellos. Esas personas que tienen “menos” y con las cuales podemos ser solidarias compartiendo además algo que nos gustar hacer: jugar un partido de pádel.
En definitiva, creo que el pádel puede ser una gran escuela de vida ya que, como en la vida, mientras las cosas son y ocurren como queremos, vivimos desde la integridad, es decir, siendo y actuando según nuestros valores y disfrutamos de cada momento. Pero cuando las cosas no son como esperábamos, nos incomodamos, cabreamos, y frustramos.
Aceptar cada partido nuestra vida tal y como sucede, desde la confianza de que es lo mejor en ese momento, desde el agradecimiento de ser testigos de ello y desde la oportunidad de poder dar lo mejor de nosotros en ese instante, es quizá el más difícil pero importante aprendizaje en nuestra búsqueda constante de ese estado de paz y satisfacción que llamamos felicidad.
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